miércoles, 18 de febrero de 2009

Teatro del S.XVII

En Francia se vio afectado por el mismo afán de verosimilitud y racionalismo que el resto de los géneros literarios. De ahí la necesidad de que las obras se sujetaran a la regla de las tres unidades:
- Unidad de acción: un solo tema.
- Unidad de lugar: un solo escenario, con decorados sencillos.
- Unidad de tiempo: la acción no puede durar más de un día.
Además, debía separarse lo trágico de lo cómico, perseguir una finalidad moral y observar el decoro poético; es decir, evitar los acontecimientos y palabras que atentaran contra el buen gusto. Solamente Francia contó con dramaturgos capaces de superar tantas trabas y lograr obras geniales. En los demás países el teatro neoclásico dio frutos aislados de escasa calidad.

Quisiera aquí hacer referencia a Moliére, el creador de la comedia francesa, fue aficionado al teatro que abandonó sus estudios de derecho para enrolarse en una compañía, de la que fue actor, director y autor. Tras recorrer Francia, se instaló en París, donde gozó de la protección real, aunque tuvo que hacer frente a numerosos enemigos pertenecientes a la nobleza y a la iglesia.

Las comedias de Moliére no son de intriga, sino de caracteres: la acción interesa como medio para hacer una pintura acabada de los personajes. En la mayoría de ellas el protagonista, que suele encarnar un defecto de grado máximo, se opone al casamiento de dos jóvenes, quienes acaban logrando su propósito con la ayuda de los criados. Todas encierran un propósito moral: ridiculizar y denunciar los vicios y comportamientos de su tiempo: la pedantería, las pretensiones intelectuales de los nuevos ricos, la ignorancia de los médicos o la hipocresía religiosa.

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